Hechos 26:20 Mostrar el Capítulo y las notas   20 Más bien, primeramente a los que estaban en Damasco, y en Jerusalén y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles, les he proclamado que se arrepientan y se conviertan a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento.3 |
3 Más bien, primeramente a los que estaban en Damasco, y en Jerusalén y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles, les he proclamado que se arrepientan y se conviertan a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento. Cristo es el fin de la ley como medio para alcanzar la justicia para todo el que cree, y las obras de la ley no cuentan para nada. Las obras de la ley son la ofrenda de granos, la ofrenda de corderos, la ofrenda de bueyes, los lavamientos, no comer ciertas comidas, la circuncisión, los diezmos, la celebración de los días, los festivales, etc; estas son obras muertas de la ley, que la mente carnal y la voluntad del hombre deciden cuándo hacer.
Sin embargo, además de las obras de la ley, (las obras muertas hechas por la voluntad del hombre), hay otra clase de obras: las obras de fe, las cuales son obras que Dios le manda a usted que haga, las cuales usted recibe cuando se expone a sí mismo para oír sus mandatos al esperar a Dios; lo cual es sentarse en humilde silencio, escuchando su voz y velando para oír sus revelaciones. La fe es oír la palabra en su corazón; esa es la palabra de fe que los apóstoles predicaron. El obedecer los mandatos de Dios que usted le oye hablarle a usted es hacer obras operacionales de fe, las cuales Pablo declaró como una necesidad y Santiago declaró que la fe sin obras es muerta. Estas no son obras que usted decide hacer; estas son las obras que Dios quiere que usted haga, y cuando las hace, usted está haciendo su voluntad en la tierra así como es hecha en el cielo. Estas son obras de fe hechas en amante obediencia a los mandatos que usted le oye a Dios pronunciar desde el interior de su corazón. Estas son obras de la vida también, y el mandato para hacerlas proviene de la vida de Dios, Cristo; y las palabras que él le habla a usted imparten la vida de Dios. Juan 6:63. Repetidamente busque, espere, escuche, oiga y obedezca — y eventualmente usted recibirá tanto de la vida de Dios que usted llegará a ser limpiado y purificado.
Antes que usted pueda oír la Palabra del Señor en su corazón para guiarlo, la primera obra es el arrepentimiento, que Juan el Bautista nos dijo que era el requisito previo para buscar el reino de los cielos:
Arrepentíos [piensen de manera diferente; cambien de opinión, lamentando sus pecados y cambiando su conducta]. Mat 3:2
Compartan de sus excesos con aquellos que no tienen las necesidades básicas de la vida. [Esta es la clave para su éxito.]
Sea honesto en todos sus asuntos, nunca exagere y nunca se sobrepase con nadie.
No opriman a la gente o atemoricen a nadie, no mientan, no quieran tener más, no se quejen. Lucas 3:10-14
Cuando usted puede oír al Espíritu de Dios desde el interior de su corazón, a medida que usted espera al Señor y escucha al Señor, él le ordenará que haya más arrepentimiento en su vida. Los mandatos que usted le oye hablarle deben ser guardados, recordados, y obedecidos; si él le ordena negar algo en su vida, usted debe seguir negándolo. A medida que usted continúa obedeciendo los mandatos que él le da a usted, eventualmente usted será purificado por su gracia enseñándonos a negar la impiedad y los deseos mundanales, y cómo vivir sobria, justa y piadosamente en este mundo presente, y recibimos la esperanza bienaventurada, la manifestación gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad [infracción de la ley, pecado] y purificar para sí mismo un pueblo propio, ferviente por buenas obras. Tit 2:11-14. Entonces usted es dirigido por Dios a hacer obras de amor para su gozo y la gloria de Él.
¡La gracia y la salvación de Dios son proveídas para crear un pueblo dedicado a las buenas obras, haciendo Su voluntad en la tierra como en el cielo!
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