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Lucas 1:74-75

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 74 para concedernos que, una vez rescatados de las manos de los enemigos, le sirvamos sin temor, [Nuestros enemigos son lujuria, orgullo, envidia, ira, odio, inmoralidad sexual, deshonestidad, obscenidad, insensatez, fiestas, pensamientos impíos, etc. El cristianismo incorrectamente quiere hacerle creer que Jesús vino a liberarlo de la culpa por sus pecados, lo cual hace que Jesús sea un promotor de pecados. Sus sentimientos de culpa por el pecado vienen del Espíritu de Dios dentro de cada hombre y debería ser un motivador de cambio, no de continuar pecando, lo cual es el camino ancho hacia la destrucción. La única manera en que usted puede estar en la presencia de Dios sin temor es ser totalmente cambiado para ser puro y santo, lo cual sólo ocurre cuando Dios destruye todo pecado dentro de usted al llevar la cruz interna de la negación propia; entonces usted estará caminando en el mismo camino que Jesús caminó y en el mundo como Jesús estuvo en el mundo con perfección, pureza, y santidad.]

 75  en santidad y en justicia delante de él todos nuestros días.3 [Usted no puede ser santo ni justo mientras todavía está pecando; aquellos que pecan son esclavos del pecado, y nosotros debemos llegar a ser esclavos a la justicia antes que seamos justos. Jesús sólo habló, juzgó e hizo lo que Dios le inspiró y ordenó; para practicar la justicia, también debemos poder hablar sólo lo que le oímos a Él que nos ordena que digamos y sólo hacer lo que Dios nos ordena que hagamos. Vea la definición de la justicia para más detalles.]

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3 Este es uno de los versículos más hermosos en la Biblia: que al ser nosotros liberados de la mano de nuestros enemigos, podemos servirle sin temor en santidad y justicia, todos los días de nuestra vida (en la tierra y para siempre). Los enemigos de los cuales somos liberados son nuestros instintos, pasiones, apetitos y deseos; estos son los mismos enemigos que nuestro Señor pondrá bajo nuestros pies, si nos sentamos a su diestra, para oír, escuchar y obedecer. Jesús vino a destruir las obras del diablo (el pecado), en nosotros; a predicarle a aquellos que son pobres de espíritu, a liberar a los cautivos del pecado, y a poner en libertad a aquellos que han sido heridos por las consecuencias del pecado. Para que cualquiera de estas cosas pueda suceder, debemos temer a Dios, alejarnos del mal, y buscar con fe su poderosa gracia que produce cambio. Pero después que recibimos el don de su perfecto amor en nuestros corazones, que nos hace perfectos, para reemplazar el pecado que él destruye en nuestros corazones, entonces no tendremos temor. Y así podremos servir a Dios en santidad (¡tome nota! Santidad) y justicia (¡tome nota! después, justicia) por el resto de nuestras vidas.

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