Lucas 1:78-79 Mostrar el Capítulo y las notas   78 a causa de la entrañable misericordia de nuestro Dios, con que la luz de la aurora [la estrella de la mañana, Jesucristo] nos ha visitado de lo alto;[De la Palabra del Señor en el interior: "Primero la luz se levanta, después el reino. El surgimiento de la luz será inconfundible; es una experiencia que destruye el ego. La luz viene de la fe en la voz."] 79 para alumbrar a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte, para encaminar nuestros pies por caminos de paz.5 [Todos los hombres se sientan en tinieblas y caminan en tinieblas hasta que sus corazones han sido limpiados del mal que los contamina. De la Palabra del Señor en el interior: "Todo pecado es tinieblas. El mundo entero está en impiedad; la impiedad no conoce vergüenza. La oscuridad se burla de la tierra; la oscuridad cubre la tierra. Yo soy la luz del mundo; el que me sigue nunca andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. Yo vendré otra vez a los elegidos; yo seré su corona para liderarlos y guiarlos."] |
5 para alumbrar a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte, para encaminar nuestros pies por caminos de paz.
¡Note! Todos comenzamos sentados en la oscuridad espiritual, sin paz. De la Palabra del Señor en el interior: "Todo pecado es oscuridad." Todos estamos muertos a la vida de Dios, hijos de Adán quien cayó y la perdió para toda la humanidad. Si esperamos a Dios, lo cual es sentarse persistentemente en humilde silencio, escuchar su voz y sus palabras, velar esperando sus revelaciones, oír sus mandatos, y después obedecerle; entonces progresamos hasta que al fin la luz brilla en nuestros corazones, hasta que el lucero de la mañana se levanta en nuestros corazones: nosotros vemos a nuestro gran Dios y Salvador, Jesucristo, quien es el lucero de la mañana que brilla sobre nosotros. Entonces nosotros caminamos en la luz, como los hijos de la luz; y tenemos comunión en la luz con otros santos y con el Padre y el Hijo; y la paz de Dios gobierna en nuestros corazones. Col 3:15.
De la Palabra del Señor en el interior:
Yo soy la luz del mundo. El que me sigue nunca andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. Juan 8:12. La promesa por seguir a Jesús es salir de la oscuridad, caminar en la luz, tener la luz de la vida; esto es ser restaurados a la vida de Dios, exactamente la vida que Adán y Eva perdieron en el Edén; como Dios les había dicho que ellos por cierto morirían, y murieron a la vida de Dios, ya que después vivieron en la vida de Satanás. Pero así se cumple la gloriosa promesa, que Dios restauraría al hombre otra vez a la vida de Dios — y esta es nuestra oportunidad, al creer en la Luz, que ilumina a todos los hombres, por medio de la obediencia a esa luz, podemos llegar a ser hijos de la Luz, restaurados a la luz de la vida, la vida de Dios, restaurados a la imagen espiritual de Dios. Seguimos a Jesús al obedecer sus mandatos que le oímos a él hablarnos a nosotros a medida que nos exponemos a oír esos mandatos al esperar a Dios. Cuando obedecemos los mandatos que le oímos hablarnos a nosotros, estamos siguiendo a Jesús a medida que él nos guía a destruir nuestra naturaleza pecaminosa en la cruz interna de la negación propia.
El hombre caído está en la oscuridad espiritual. No puede ver a través de los ojos de Dios, lo cual es ver por la luz de Dios. En la oscuridad, tropezamos, andamos a tientas, y adivinamos lo que es bueno y lo que es malo. Lo mejor que podemos hacer es escoger la alternativa menos mala, y cada uno de nosotros ve y escoge de manera diferente, basado en nuestras experiencias acondicionadas. Cuando somos restaurados a la luz de la vida por Jesús, vemos por medio de su luz, caminamos por su espíritu, somos mandado por Sus pensamientos, Sus palabras, Sus obras. En todas las situaciones, vemos perfectamente la exacta obra noble que se debe hacer, oímos la palabra noble y perfecta que se debe decir — somos unidos con el espíritu de Dios, y él proporciona la dirección y la energía para hacer su voluntad. Entramos en el reino de Dios dentro de nosotros en nuestras conciencias; estamos en su presencia continuamente, contemplando su gloria en el rostro de Cristo Jesús. Sus mandatos se reciben con gozo obediente; Su voluntad será hecha, en la tierra como en el cielo. Caminamos en el servicio glorioso a Dios disfrutando la santidad, mientras estamos en la tierra. Cristo Jesús es entonces, y sólo entonces, nuestro verdadero Señor, a quien servimos continuamente, a quien obedecemos continuamente, a quien alabamos continuamente, a quien adoramos continuamente; esto es tener la luz de la vida. Pero vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido, para que anunciéis las virtudes de aquel que os ha llamado de las tinieblas a su luz maravillosa. 1 Ped 2:9
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