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Apocalipsis 11:3-12

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 3 Yo le daré poder a mis dos testigos,2 y ellos profetizarán por 1.260 días, vestidos de cilicio.

 4 Ellos son los dos olivos y los dos candeleros que están delante del Dios de la tierra.

 5 Si alguien les quiere dañar, fuego sale de la boca de ellos y devora a sus enemigos. Cuando alguien les quiera hacer daño, tiene que morir de esta manera.

 6 Ellos tienen poder para cerrar el cielo, de modo que no caiga lluvia durante los días de su profecía; y tienen poder sobre las aguas, para convertirlas en sangre y para herir la tierra con toda plaga, cuantas veces quieran.

 7 Cuando hayan concluido su testimonio, la bestia que sube del abismo hará guerra contra ellos, los vencerá y los matará.

 8 Y sus cadáveres estarán en la plaza de la gran ciudad que simbólicamente es llamada Sodoma y Egipto, donde también fue crucificado el Señor de ellos.

 9 Y por tres días y medio, la gente de los pueblos y de las razas y de las lenguas y de las naciones miran sus cadáveres; y no permiten que sus cadáveres sean puestos en sepulcros.

 10 Y los habitantes de la tierra se gozan sobre ellos y se alegran. Y se enviarán regalos unos a otros, porque estos dos profetas habían sido un tormento para los habitantes de la tierra.

 11 Después de los tres días y medio el aliento de vida enviado por Dios entró en ellos, y se levantaron sobre sus pies. Y un gran temor cayó sobre los que los veían.

 12 Oyeron una gran voz del cielo que les decía: "¡Subid acá!" Y subieron al cielo en la nube, y sus enemigos los vieron.

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2 Yo le daré poder a mis dos testigos. Los testigos en este capítulo, profetizando, devorando a sus enemigos, cerrando los cielos para que no caiga lluvia, siendo asesinados, estando tirados en las calles, y levantándose, como el resto del libro de Apocalipsis, son experimentados en los corazones de los creyentes, sobre cuya experiencia escribió Edward Burrough, quien fue uno de los primeros cuáqueros y quien habitó en el reino:

Yo era lascivo, y vivía en la naturaleza lujuriosa, entre paganos, crucificando al Señor de Vida; pero la sangre de aquello que yo había destruído clamaba continuamente, y el testigo que estaba destruído no me daba descanso, con lo cual se alegran los terrenales; y yo llegué a estar cansado de oír a cualquiera de los sacerdotes aunque nunca tan altanero, porque algo que brillaba profundamente en mí me mostró que era ignorante en todas las profesiones, y fui puesto en una posición muchas veces en mí mismo acerca de esas cosas que habían pasado.
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En tí, oh tierra, el Señor manifestará su poder y voluntad y estirará su brazo para la libertad de sus escogidos, y para la redención de sus dos testigos, que han estado destruídos en la gran ciudad en esta tierra, por la cual aquellos que moran en la tierra se han regocijado y alegrado, y triunfado por su destrucción;
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porque yo me ví a mí mismo en la esclavitud de mi propia voluntad y de mis propios deseos; y a través de la Palabra del Señor pronunciada a mí por medio de él, comencé a verme a mí mismo, (el testigo fue elevado), donde yo estaba, y lo que yo había estado haciendo,

Exactamente cómo esto ocurre dentro del corazón de un creyente es un misterio, que sólo es revelado al experimentar la revelación de Jesucristo (quien ha sido escondido).

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